Juan José Roque-Giraud
20 de diciembre de 2023
Iroko árbol de la vida, 2018. Xilografía sobre seda.
En su declaración artística, Imna Arroyo nos cuenta: “…los materiales están impregnados de su propia energía inherente que se fusiona con mi propia energía, ashé, para crear obras que no sólo provocan respuestas estéticas, intelectuales o emocionales, sino también respuestas ecológicas y espirituales”. Esta es una idea que reflexiona en su nueva exhibición presentada en el Museo de Las Américas, Travesías/Crossings, donde la artista puertorriqueña traza sus raíces de manera retrospectiva, reuniendo en un mismo espacio la producción artística que ha suscitado a través de las pasadas décadas. A una temprana edad, luego de comenzar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico, Arroyo se encontró emigrando de su isla como muchas otras artistas puertorriqueñas. En los Estados Unidos, continuó sus estudios en Pratt Institute of New York y Yale University. Partiendo de su experiencia como mujer afrocaribeña y puertorriqueña en la diáspora, la artista nos confiesa cómo fue impulsada a asomarse nuevamente a su identidad, fuera del entorno habitual. Hoy está de vuelta en la isla, reencontrándose con sus raíces africanas en este proyecto, en colaboración con Tiznando el País: Visualidades y Representaciones y el Decenio de la afrodescendencia.
Ciertamente, hablar de la historia del arte americana es rastrear la conexión entre los materiales y la identidad. Como bien debemos recordar, la imagen sirvió como una de las herramientas claves para el proceso de colonización, arrancándole a las personas nativas de sus raíces. Privarle de su expresión artística, espiritual y cultural fue despojarle de su identidad. Así como la historia nos cuenta tradicionalmente, los primeros nativos que ejercieron el rol de artista en el suelo colonizado bajo la autoría de la iglesia cristiana debían por obligación replicar la obra europea. Desde entonces, Arroyo, al igual que otras artistas latinoamericanas, ha procurado hallar una identidad propia, revisitando (y reivindicando) su ancestralidad. Practicando en fusión las influencias europeas, africanas y antillanas, reutiliza la imagen como embarcación de regreso hacia el origen del Puerto Rico presente.
La Casa de Yemayá, 2006. Xilografía impresa sobre tela de satín, enmarcada con paño batik de Indonesia.
A pesar de sus diversas ramificaciones temáticas, las instalaciones exhibidas no necesitan muchos subtítulos, pues la artista ha logrado exponer sus ideas firmemente. No obstante, una de las insignias más importantes que propone la artista es que es imposible apartar el contexto y la estética en la obra latinoamericana, a pesar de los debates contemporáneos que buscan priorizar una sobre la otra. Tanto la forma, como el medio y el material forman parte de su contexto, por lo que trabajar con la gráfica es repensar la colonización, así mismo como el textil nos impulsa a reflexionar sobre las influencias africanas en el espacio americano. Por ello, en su imaginario no nos topamos solamente con tela o xilografía, sino que igualmente se aprecian materiales como la cerámica, madera y medios audiovisuales trabajados en una misma travesía.
Una de las mejores muestras que alcanza validar dicha exploración es la serie de dibujos IROKO, como le conocen los yorubas al árbol de la vida, o lo que las personas caribeñas le hemos nombrado la ceiba. Estas son hechas de papel amate, el mismo material que los aztecas utilizaban para producir sus códices. De esta manera, Imna Arroyo va entrelazando diferentes elementos que ha recolectado en su camino, rindiéndole homenaje a sus ancestros desde un panorama completo, desde un estudio cultural y espiritual. Más adelante, esta temática se aprecia nuevamente en la verdadera estrella de la exhibición, Iroko: Abuelas, Abuelos, Ancestros, la penúltima instalación. Suspendida sobre el techo, la pieza nos acoge en su esplendor, iluminándonos en su escala monumental. Contrastando la grandeza de la naturaleza con la del ser, se encuentran diversos bustos que nos invitan a ser más que simples espectadores, sino cómplices de la acción artística. Al visualizar este árbol como reflejo de su identidad, la misma artista comenta: “Nature informs my experience and my search for identity, whose objective is the recovery of my spiritual and cultural heritage”. Asimismo, la obra no tan solo sobresale por su forma o estatura, sino que lo hace efectivamente resumiendo la temática que se comparte a través del viaje - la suscitación de la memoria y el homenaje de sus ancestros.
Iroko: Abuelas, Abuelos, Ancestros, 2023. Instalación, medio mixto.
No creo poder pensar en un mejor suelo para sembrar esta exhibición que el del Museo de Las Américas, edificio que fue construido bajo uno de los actos de marginalización más violentos de la historia. Travesías se apropia de este, transformando las memorias que guarda el antiguo Cuartel de Ballajá. Aventurándonos por una rica variedad de medios y materiales, las obras, siendo instalaciones, nos permiten adentrarnos en la acción artística; con la excepción de pequeños instantes en los que esto se pudo aprovechar aún más. Este es el caso particular de Senda de Huesos I, constituida por impresiones de xilografía sobre seda, conformando cortinas flotantes que, aunque parecen invitarnos a sumergirnos entre ellas, permanecen inaccesibles debido a las limitaciones impuestas por el montaje.
Empero, esta es una exhibición imprescindible para el pueblo puertorriqueño. La labor de Imna Arroyo, así como la del resto del equipo que conformó este proyecto, refleja un gran dominio en renovar y converger diversas líneas temáticas a través de una magnífica selección de obras. Con igual importancia, se muestra un excelente conocimiento investigativo, tanto cultural como histórico. La artista no se conforma con una simple búsqueda, sino que se implanta en estos espacios, recopilando diversas influencias de los países que ha visitado a través de su carrera como Colombia y Ghana, donde repiensa la importancia de los materiales escogidos a la hora de reconstruir la identidad caribeña. Travesías es la semblanza de estos hallazgos finalmente regresando a Puerto Rico, su destino final, su hogar. Esta exhibición es una reafirmación más de la deslumbrante trayectoria de la artista y su compromiso por rescatar las memorias de sus antecesores.